viernes, 17 de julio de 2020

El Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos de Apan 1810-1821


El Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos de Apan 1810-1821.
Un Estudio Regional.
(PONENCIA)
 Mauricio Yáñez Bernal


                        Se me ha pedido que hable, brevemente, sobre el proceso de investigación que se llevó a cabo hace algún tiempo bajo el amparo del Taller o PIF de Historiografía Regional. A la postre, dicho estudio arrojó como resultado la tesis “El Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos de Apan 1810-1821. Un Estudio Regional”, que fue presentada para obtener el grado de la licenciatura en historia, en esta misma escuela.
                        La tesis de referencia, en principio, buscaba explicar el proceso de la revolución de independencia en un contexto específico: Los Llanos de Apan. Seguros estabamos de encontrarnos con mecanismos específicos que fueran explicando el desarrollo del movimiento independentista en esta zona del país, aunque, en ese momento, desconocíamos cuáles serían dichos mecanismos. El proyecto contaba, para su propia fortuna, con la particularidad de que, además de la mecánica regional, también queríamos apropiarnos de la acción de un independentista de la zona conocido como José Francisco Osorno, quien, según los primeros datos encontrados, fue el caudillo más importante de la región en la época. La aventura de investigación resultaba interesante. En este sentido, cabe señalar que, conforme nos acercamos a los documentos la figura de José Francisco Osorno pasaba frente a nuestras barbas en cada uno de ellos, de aquí que, fue más una insistencia del propio personaje que una inclusión personal. Osorno es visto en toda la historiografía que sobre la región y el período se ha escrito.

                        Iniciamos la investigación, como muchos, con poquísimo material tanto bibliográfico como de archivo y sin un marco teórico claramente definido, en esta labor es justo agradecer el trabajo realizado por el Dr. Claudio Vadillo, en cuanto a la preocupación por buscar la fórmula que mejor definiera nuestro objeto de estudio. En virtud de que presentar una región como “objeto histórico” conlleva la necesidad de construirla a partir de elementos claros, coherentes y fuertemente interrelacionados para conformar una verdadera unidad espacial digna de ser estudiada y expuesta en una investigación, dicha conformación da sentido al binomio espacio-tiempo que en sí mismo es necesario e irrenunciable para entender las transformaciones que el hombre ha tenido a lo largo del tiempo. Esta fue nuestra primera premisa, dar cuerpo y sentido a una región histórica con los escasos datos con que contábamos al momento. Hicimos un recorrido por el campo teórico en cuanto a los planteamientos que la historiografía mexicana estaba manejando: visitamos los avatares de la microhistoria expuesta por el michoacano Luis González.[1] Nos acercamos a los pronunciamientos de Eric Van Young,[2] y su puerta anchísima para la historia regional donde casi todo puede caber, en virtud de que para Van Young cuando hablamos de región lo que tenemos son sólo hipótesis por demostrar; de igual forma, acudimos a Juan Pedro Viqueira[3] y nos adentramos en esa propuesta que realiza para señalar a la historia regional como el asidero de la historia total donde cabe lo social, lo político, lo simbólico, lo económico, etc. Asimismo, reflexionamos con las propuestas de Andrés Fábregas para quien la importancia de la región radica en la oportunidad de comprender la historia y las tradiciones culturales en el ámbito concreto donde acontecen “es el enfoque que nos acerca más a la realidad del país y su proceso formativo”.[4] La antropología ve a la región como el hábitat de una sociedad singular en donde tiene verificativo un proceso histórico particular. En fin, continuamos en esta búsqueda y visitamos a otros estudiosos de la región como concepto y como objeto de estudio, hasta que topamos con Ignacio del Río y su concepto de regiones humanas, él las explica de la manera siguiente: “se localizan en un espacio que es de naturaleza geográfica: La extensión de ellas, aunque se trate siempre de una extensión geográfica, no se define por la presencia de elementos naturales sino por el hecho humano; por los modos de la presencia y la acción de los hombres”,[5] con dicho concepto nos acomodamos a trabajar e iniciamos nuestro peregrinar por los meandros de los recintos archivísticos y sus montañas de papel por revisar.

                        La visita a los archivos históricos fue por demás creadora, impregnarse del añejo aroma de los documentos es lo que verdaderamente moldea el carácter del historiador y su gusto por el quehacer histórico, esta actividad permite conocer y guardar ese olor que se le mete a uno en la nariz y permanece allí por mucho tiempo, tanto como el propio historiador se lo permita. En los archivos históricos se despierta a los muertos y, en un diálogo con ellos abierto y sin cortapisas, se les asigna un nuevo papel en la historia. Basamos nuestro trabajo en los acervos del AGN y en los archivos históricos del Estado de Hidalgo ubicado éste en Pachuca, y del Estado de México que se localiza en la fría ciudad de Toluca.
                        Al avanzar con el trabajo, la cantidad de información aumentó considerablemente, no todo era susceptible de traer a cuenta, por ello procedimos a realizar un trabajo de disección, como diestros cirujanos buscamos las piezas que unieran el rompecabezas que habríamos de presentar, la intensión era explicar con solidez un proceso histórico más que mostrar solamente los hechos en sí, de esto no teníamos duda.
                        En esta lucha por desterrar las sombras, tuvimos que actuar con irreverencia frente a la cotidianidad de la gente de la época, sin invitación nos metimos a las fiestas religiosas y civiles de que participaban; llamados por la curiosidad visitamos las haciendas pulqueras que se asientan en la región, allí nos enteramos que estos centros de producción ayudaron económicamente para el mantenimiento de la guerra de independencia, los hacendados se vieron a medio camino de un fuego cruzado entre dos bandos que no fueron tan irreconciliables, como se ha podido ver con las recientes investigaciones, cuando concluye el proceso bélico; de igual forma, conocimos la división social que existía en las postrimerías del período colonial mexicano, y también, nos enteramos de algunos cantos que se entonaban en son de burla acerca del gobierno virreinal.
                        En este estudio, que siguió sus propias leyes incluida la del azar, tuvimos la fortuna de ingresar a la particularidad de la vida de un hombre que fue protagonista central de todo este proceso, el caudillo insurgente José Francisco Osorno, quien nos ofreció o dejó para consumo de los historiadores, con algunas restricciones claro, la información referente a su participación en la guerra de independencia. En esta etapa del proceso de acopio de información nos pudimos percatar que Osorno fue impulsado a participar en este movimiento movido por sus propias ideas, mismas que en algunos aspectos diferían de lo que se venía gestando desde el bajío mexicano, el control de mando de las tropas insurgentes de la zona sólo debería corresponderle a él; el mismo Osorno, en esta zona del país, tasaba el pago de aranceles que correspondía cubrir a los hacendados pulqueros para que esta bebida -el pulque- pudiera seguir llegando, con regularidad, a la ciudad de México, dentro de los vaivenes de esta compleja personalidad tenemos que incluso al “guerrillero de Apan” –mote con que lo presentan algunos historidores- se le acusa de traición al movimiento,[6] esto en virtud de que no movió un dedo por evitar un atentado perpetrado por las tropas realistas en contra de Ignacio López Rayón, cuando este jefe insurgente visitó -en los meses de junio a septiembre de 1814- la región que Osorno comandaba; este mismo hecho ofrece una de esas contradicciones que aparecen en la historia patria y que resultan tan inquietantes, toda vez que José Francisco Osorno, el caudillo insurgente de los Llanos de Apan, recibió el grado de teniente general por la Junta de Zitácuaro,[7] instancia rectora del movimiento independentista, donde uno de sus principales promotores y cabecillas era el propio Ignacio Rayón.

                        Como es sabido todas las investigaciones parten de premisas conocidas, a estas premisas les llamaremos los efectos, el trabajo del investigador, en este particular del historiador, escrutador de los acontecimientos del hombre en el tiempo, es desenredar la madeja y establecer los movimiento o mecanismo que los originan y que para nuestra comprensión llamaremos causas, tarea nada fácil sin duda, pero harto satisfactoria. El velo de sombras que cubre, todavía, a muchos procesos de la historia nacional representa un verdadero desafío al que habrá que hacerle frente. A la pregunta: ¿vale la pena seguir escribiendo historia en este mundo tecnologizado y lleno de preocupaciones por el futuro?, Respondo con un rotundo sí, desde luego que sí vale la pena continuar con nuestro quehacer; de lo contrario, cómo nos paramos frente a la ilusión del mañana sin conocer siquiera la solidez que nos ofrece nuestro pasado.
                        Con este estudio llegamos a conclusiones interesantes: logramos dar sentido a una unidad regional desde la perspectiva, ya señalada, de las regiones humanas; vislumbramos los entramados de la guerra de independencia en esta zona del país y señalamos cómo se inserta este proceso en el gran concierto de la historia nacional. Nunca fue nuestra intensión construir una biografía apologética de nuestro personaje, tomamos su accionar para inmiscuirnos en la vida de los habitantes de nuestra región de estudio; al final dejamos sentado que el caudillo insurgente José Francisco Osorno, lejos estuvo de representan, verdaderamente, los intereses de las huestes que le seguían.

                        Para concluir, con esta tesis se presentaron los elementos que dan cuerpo a lo que hemos llamado la “región de Osorno” como región histórica, entendiendo a la región histórica como la expresión de procesos sociales (humanos) conceptualizados en el tiempo con una base geográfica, de tal manera que nuestra región puede variar al cambiar cualquiera de sus elementos ya sea por fuerzas internas o externas, el ejercicio en sí mismo es interesante por las grandes aproximaciones que se mostraron, no se pretende, de ninguna manera, establecer dicha región para que ella misma sea inamovible en el espacio y en el tiempo; por el contrario, esta investigación es una puerta más que se abre en el universo de posibilidades de análisis, de ningún modo es un estudio acabado ni remotamente cerrado, este estudio desde el ámbito regional aporta muchos elementos para nuevas investigaciones, la ambición de este trabajo se centró en explicar un proceso histórico partiendo de la vida y acción de los propios actores que lo conformaron, otras investigaciones vendrán a abrir otras perspectivas de estudio, tomando elementos nuevos cuando la propia investigación así lo permita.



Ciudad de México, 22 de septiembre del 2000.




[1] Luis González.  Invitación a la microhistoria.  Sepsetentas. 1973.
[2] Eric Van Young, Haciendo historia regional: Consideraciones metodológicas y teóricas. Inst. Mora. 1991.
[3] J. P. Viqueira. Historia regional: tres senderos y un mal camino, en Secuencias.  Inst. Mora. 1993.
[4] Andrés Fábregas, El concepto de región en la literatura antropológica, Inst. Chiapaneco de Cultura. 1992.
[5] Concepto tomado de Ignacio del Río en su artículo “De la pertinencia del enfoque regional en la investigación histórica sobre México”, en Históricas, diciembre de 1989.
[6] Carlos Herrejón (investigación).  La Independencia según Ignacio Rayón. Ignacio Rayón hijo y otros.  SEP. 1985. Pág. 210.
[7] Ana Lau Jaiven y Ximena Sepúlveda. Hidalgo una historia compartida. Inst. Mora. 1994. Págs. 56-57.

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