El
Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos
de Apan 1810-1821.
Un
Estudio Regional.
(PONENCIA)
Se
me ha pedido que hable, brevemente, sobre el proceso de investigación que se
llevó a cabo hace algún tiempo bajo el amparo del Taller o PIF de
Historiografía Regional. A la postre, dicho estudio arrojó como resultado la
tesis “El Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en
los Llanos de Apan 1810-1821. Un Estudio Regional”, que fue presentada para
obtener el grado de la licenciatura en historia, en esta misma escuela.
La
tesis de referencia, en principio, buscaba explicar el proceso de la revolución
de independencia en un contexto específico: Los Llanos de Apan. Seguros
estabamos de encontrarnos con mecanismos específicos que fueran explicando el
desarrollo del movimiento independentista en esta zona del país, aunque, en ese
momento, desconocíamos cuáles serían dichos mecanismos. El proyecto contaba,
para su propia fortuna, con la particularidad de que, además de la mecánica
regional, también queríamos apropiarnos de la acción de un independentista de
la zona conocido como José Francisco Osorno, quien, según los primeros datos
encontrados, fue el caudillo más importante de la región en la época. La
aventura de investigación resultaba interesante. En este sentido, cabe señalar
que, conforme nos acercamos a los documentos la figura de José Francisco Osorno
pasaba frente a nuestras barbas en cada uno de ellos, de aquí que, fue más una
insistencia del propio personaje que una inclusión personal. Osorno es visto en
toda la historiografía que sobre la región y el período se ha escrito.
Iniciamos
la investigación, como muchos, con poquísimo material tanto bibliográfico como de
archivo y sin un marco teórico claramente definido, en esta labor es justo
agradecer el trabajo realizado por el Dr. Claudio Vadillo, en cuanto a la
preocupación por buscar la fórmula que mejor definiera nuestro objeto de
estudio. En virtud de que presentar una región como “objeto histórico” conlleva
la necesidad de construirla a partir de elementos claros, coherentes y
fuertemente interrelacionados para conformar una verdadera unidad espacial
digna de ser estudiada y expuesta en una investigación, dicha conformación da
sentido al binomio espacio-tiempo que en sí mismo es necesario e irrenunciable
para entender las transformaciones que el hombre ha tenido a lo largo del
tiempo. Esta fue nuestra primera premisa, dar cuerpo y sentido a una región
histórica con los escasos datos con que contábamos al momento. Hicimos un
recorrido por el campo teórico en cuanto a los planteamientos que la
historiografía mexicana estaba manejando: visitamos los avatares de la
microhistoria expuesta por el michoacano Luis González.[1] Nos acercamos a los
pronunciamientos de Eric Van Young,[2] y su puerta anchísima para
la historia regional donde casi todo puede caber, en virtud de que para Van
Young cuando hablamos de región lo que tenemos son sólo hipótesis por
demostrar; de igual forma, acudimos a Juan Pedro Viqueira[3] y nos adentramos en esa
propuesta que realiza para señalar a la historia regional como el asidero de la
historia total donde cabe lo social, lo político, lo simbólico, lo económico,
etc. Asimismo, reflexionamos con las propuestas de Andrés Fábregas para quien
la importancia de la región radica en la oportunidad de comprender la historia
y las tradiciones culturales en el ámbito concreto donde acontecen “es el
enfoque que nos acerca más a la realidad del país y su proceso formativo”.[4] La antropología ve a la
región como el hábitat de una sociedad singular en donde tiene verificativo un
proceso histórico particular. En fin, continuamos en esta búsqueda y visitamos
a otros estudiosos de la región como concepto y como objeto de estudio, hasta
que topamos con Ignacio del Río y su concepto de regiones humanas, él las
explica de la manera siguiente: “se localizan en un espacio que es de
naturaleza geográfica: La extensión de ellas, aunque se trate siempre de una
extensión geográfica, no se define por la presencia de elementos naturales sino
por el hecho humano; por los modos de la presencia y la acción de los hombres”,[5] con dicho concepto nos
acomodamos a trabajar e iniciamos nuestro peregrinar por los meandros de los
recintos archivísticos y sus montañas de papel por revisar.
La
visita a los archivos históricos fue por demás creadora, impregnarse del añejo
aroma de los documentos es lo que verdaderamente moldea el carácter del
historiador y su gusto por el quehacer histórico, esta actividad permite
conocer y guardar ese olor que se le mete a uno en la nariz y permanece allí
por mucho tiempo, tanto como el propio historiador se lo permita. En los
archivos históricos se despierta a los muertos y, en un diálogo con ellos
abierto y sin cortapisas, se les asigna un nuevo papel en la historia. Basamos
nuestro trabajo en los acervos del AGN y en los archivos históricos del Estado
de Hidalgo ubicado éste en Pachuca, y del Estado de México que se localiza en
la fría ciudad de Toluca.
Al
avanzar con el trabajo, la cantidad de información aumentó considerablemente,
no todo era susceptible de traer a cuenta, por ello procedimos a realizar un
trabajo de disección, como diestros cirujanos buscamos las piezas que unieran
el rompecabezas que habríamos de presentar, la intensión era explicar con
solidez un proceso histórico más que mostrar solamente los hechos en sí, de
esto no teníamos duda.
En
esta lucha por desterrar las sombras, tuvimos que actuar con irreverencia
frente a la cotidianidad de la gente de la época, sin invitación nos metimos a
las fiestas religiosas y civiles de que participaban; llamados por la
curiosidad visitamos las haciendas pulqueras que se asientan en la región, allí
nos enteramos que estos centros de producción ayudaron económicamente para el
mantenimiento de la guerra de independencia, los hacendados se vieron a medio
camino de un fuego cruzado entre dos bandos que no fueron tan irreconciliables,
como se ha podido ver con las recientes investigaciones, cuando concluye el
proceso bélico; de igual forma, conocimos la división social que existía en las
postrimerías del período colonial mexicano, y también, nos enteramos de algunos
cantos que se entonaban en son de burla acerca del gobierno virreinal.
En
este estudio, que siguió sus propias leyes incluida la del azar, tuvimos la
fortuna de ingresar a la particularidad de la vida de un hombre que fue
protagonista central de todo este proceso, el caudillo insurgente José
Francisco Osorno, quien nos ofreció o dejó para consumo de los historiadores,
con algunas restricciones claro, la información referente a su participación en
la guerra de independencia. En esta etapa del proceso de acopio de información
nos pudimos percatar que Osorno fue impulsado a participar en este movimiento
movido por sus propias ideas, mismas que en algunos aspectos diferían de lo que
se venía gestando desde el bajío mexicano, el control de mando de las tropas
insurgentes de la zona sólo debería corresponderle a él; el mismo Osorno, en
esta zona del país, tasaba el pago de aranceles que correspondía cubrir a los
hacendados pulqueros para que esta bebida -el pulque- pudiera seguir llegando,
con regularidad, a la ciudad de México, dentro de los vaivenes de esta compleja
personalidad tenemos que incluso al “guerrillero de Apan” –mote con que lo
presentan algunos historidores- se le acusa de traición al movimiento,[6] esto en virtud de que no
movió un dedo por evitar un atentado perpetrado por las tropas realistas en
contra de Ignacio López Rayón, cuando este jefe insurgente visitó -en los meses
de junio a septiembre de 1814- la región que Osorno comandaba; este mismo hecho
ofrece una de esas contradicciones que aparecen en la historia patria y que
resultan tan inquietantes, toda vez que José Francisco Osorno, el caudillo
insurgente de los Llanos de Apan, recibió el grado de teniente general por la
Junta de Zitácuaro,[7]
instancia rectora del movimiento independentista, donde uno de sus principales
promotores y cabecillas era el propio Ignacio Rayón.
Como
es sabido todas las investigaciones parten de premisas conocidas, a estas
premisas les llamaremos los efectos,
el trabajo del investigador, en este particular del historiador, escrutador de
los acontecimientos del hombre en el tiempo, es desenredar la madeja y
establecer los movimiento o mecanismo que los originan y que para nuestra
comprensión llamaremos causas, tarea
nada fácil sin duda, pero harto satisfactoria. El velo de sombras que cubre,
todavía, a muchos procesos de la historia nacional representa un verdadero
desafío al que habrá que hacerle frente. A la pregunta: ¿vale la pena seguir
escribiendo historia en este mundo tecnologizado y lleno de preocupaciones por
el futuro?, Respondo con un rotundo sí, desde luego que sí vale la pena
continuar con nuestro quehacer; de lo contrario, cómo nos paramos frente a la
ilusión del mañana sin conocer siquiera la solidez que nos ofrece nuestro
pasado.
Con
este estudio llegamos a conclusiones interesantes: logramos dar sentido a una
unidad regional desde la perspectiva, ya señalada, de las regiones humanas;
vislumbramos los entramados de la guerra de independencia en esta zona del país
y señalamos cómo se inserta este proceso en el gran concierto de la historia
nacional. Nunca fue nuestra intensión construir una biografía apologética de
nuestro personaje, tomamos su accionar para inmiscuirnos en la vida de los
habitantes de nuestra región de estudio; al final dejamos sentado que el
caudillo insurgente José Francisco Osorno, lejos estuvo de representan, verdaderamente, los intereses de las
huestes que le seguían.
Para
concluir, con esta tesis se presentaron los elementos que dan cuerpo a lo que
hemos llamado la “región de Osorno” como región histórica, entendiendo a la
región histórica como la expresión de
procesos sociales (humanos) conceptualizados en el tiempo con una base
geográfica, de tal manera que nuestra región puede variar al cambiar
cualquiera de sus elementos ya sea por fuerzas internas o externas, el
ejercicio en sí mismo es interesante por las grandes aproximaciones que se
mostraron, no se pretende, de ninguna manera, establecer dicha región para que
ella misma sea inamovible en el espacio y en el tiempo; por el contrario, esta
investigación es una puerta más que se abre en el universo de posibilidades de
análisis, de ningún modo es un estudio acabado ni remotamente cerrado, este
estudio desde el ámbito regional aporta muchos elementos para nuevas
investigaciones, la ambición de este trabajo se centró en explicar un proceso
histórico partiendo de la vida y acción de los propios actores que lo
conformaron, otras investigaciones vendrán a abrir otras perspectivas de
estudio, tomando elementos nuevos cuando la propia investigación así lo
permita.
Ciudad de México, 22 de septiembre del
2000.
[1] Luis González. Invitación a la microhistoria. Sepsetentas. 1973.
[2] Eric Van Young, Haciendo
historia regional: Consideraciones metodológicas y teóricas. Inst. Mora.
1991.
[3] J. P. Viqueira. Historia
regional: tres senderos y un mal camino, en Secuencias. Inst. Mora. 1993.
[4] Andrés Fábregas, El
concepto de región en la literatura antropológica, Inst. Chiapaneco de
Cultura. 1992.
[5] Concepto tomado de Ignacio del Río en su artículo “De la
pertinencia del enfoque regional en la investigación histórica sobre México”,
en Históricas, diciembre de 1989.
[6] Carlos Herrejón (investigación).
La Independencia según Ignacio
Rayón. Ignacio Rayón hijo y otros.
SEP. 1985. Pág. 210.
[7] Ana Lau Jaiven y Ximena Sepúlveda. Hidalgo una historia compartida. Inst. Mora. 1994. Págs. 56-57.
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