lunes, 20 de julio de 2020

Foros de Discusión sobre políticas Culturales



Foros de Discusión sobre políticas Culturales
Mesa CAB de Cultura: Región MERCOSUR
31 de julio al 5 de agosto de 2008, Argentina

Experiencias de las Mesas CAB de Cultura

Guillermo Sunkel[1] nos llama la atención acerca de tres posibles escenarios para entender conceptualmente a la cultura actual: Primero, la noción de cultura como una forma de vida. Segundo, la multiculturalidad como referente de los cambios en la composición poblacional y finalmente, la cultura como producto de la articulación del funcionamiento de las instituciones sociales con los medios de comunicación.

Afortunadamente, hace tiempo dejamos atrás la idea decimonónica de que la cultura sólo se refería a temas de índole estético, por una mayor y, desde luego, mejor apreciación en cuanto al quehacer, en el terreno de lo cultural, de las mujeres y los hombres en el desarrollo de su comunidad, es decir, por una apropiación más antropológica. Pablo da Silveira la define, a la cultura, como el patrimonio común de las ideas, conocimientos e interpretaciones que nos permiten afirmar que vivimos en un mismo mundo[2].

La mención de estos dos especialistas de la cultura nos sirve para hacer énfasis en una realidad: el mundo se ha globalizado. Estamos viviendo una transformación cultural que nos rebasa, la globalización nos ha tomado por sorpresa y no nos ha dado tiempo para pensar en cómo debemos enfrentarla.

Aquí no nos detendremos a encontrar una definición unívoca que dé cuenta de nuestro quehacer. Con este complejo sistema de significados rastrearemos en el hacer cotidiano las acciones de los promotores culturales, administradores de la cultura, creadores y demás actores, las prácticas tendientes a la construcción de los espacios de diálogo y reflexión que apuntan, en sus fines, a la construcción de una cultura para la integración.

Cito, nuevamente, al Dr. Pablo da Silveira que dice “… si queremos darle un mejor equipo cultural a los miembros de las nuevas generaciones… el primer frente de ataque no estaría en la institución escolar sino fuera de ella, más precisamente en ese terreno difuso pero decisivo al que llamamos cultura… ¿Significa esto que tenemos que olvidarnos de la escuela? Ciertamente no. Pero sí significa que, además de docentes bien preparados y de planes de estudio suficientemente flexibles y actualizados, precisamos de agentes culturales que nos ayuden a explorar las posibilidades que encierra este nuevo mundo”[3].


Pues bien, este es el quehacer que nos reúne hoy día en este encuentro, ello gracias al concurso del Convenio Andrés Bello (CAB), la Secretaría de Cultura de la Presidencia Argentina y otras instancias que gustosamente se han sumado a estas iniciativas.

Quienes hemos estado cerca del CAB sabemos que una de sus metas primordiales es el fortalecimiento de los procesos de integración para la construcción de una comunidad de naciones mediante la consolidación de una cultura de integración. Las Mesas CAB de Cultura buscan la convergencia de todos los actores cuya labor sea precisamente coadyuvar en la realización de este objetivo fundamental del Convenio.

Los objetivos de las Mesas han quedado debidamente definidos: propiciar un espacio para el intercambio en torno a los procesos culturales locales, identificar temas y socios locales, así como generar reflexiones y debates en torno a las políticas culturales.

Para tal efecto, en un marco de pluralidad, respecto y apertura se busca la participación de todos los actores de la cultura, es decir, reunir a los creadores, a los gestores culturales, académicos, artistas, representantes de la sociedad civil y representantes de agencias de cooperación internacional, cuyo objetivo sea el cuidado y desarrollo de nuestro patrimonio cultural para construir un espacio de diálogo donde quepan todas las ideas y todas las voces.

Las Mesas CAB de Cultura iniciaron en Bogotá y, a partir de allí, han ido recorriendo el continente para dar cuerpo a una concepción común. En agosto de 2007 se realizó la Mesa Mesoamericana en San Salvador. Posteriormente, en octubre del mismo 2007, nos reunimos en un encuentro similar en la Mesa Andina, en la ciudad de Quito en el Ecuador. Ahora nos recibe Argentina. Se continuará en La Habana con la Mesa para el Caribe, y se cerrará el ejercicio en Bogotá con la Mesa de Mesas.

Este preámbulo sólo sirve para llevarnos a la reflexión, espero suficientemente profunda, acerca de lo que queremos sea el escenario desde el cual se incida en la construcción de políticas públicas para una cultura de la integración, cuyo rostro este sustentado en el desarrollo cultural de nuestros pueblos y con las voces de sus principales actores, la ciudadanía.


Ahora bien, qué buscamos en estas aproximaciones con los actores de la cultura. Sin duda queremos tener la certeza de que nos encontramos en el camino correcto para la construcción de políticas públicas en el ámbito cultural que nos acerquen a vivir en sociedades plurales, tolerantes, dialógicas y democráticas –aquí no nos referimos exclusivamente a los indispensables valores políticos, sino a todo este sistema de preceptos que nos llevan a una convivencia pacífica- donde todos los rostros sean uno solo pero al mismo tiempo se conserven las particularidades de cada rincón de nuestros pueblos. Entendemos que la mayoría de los temas importantes de la vida ciudadana se da en ámbitos locales.

De ninguna manera resulta ocioso decir que es la cultura quien se encarga de dar cuenta del desarrollo de cada nación y su acercamiento con la apertura democrática a la que aspiramos con ahínco.

En las distintas Mesas ya efectuadas se han abordado diversos campos y las conclusiones de cada una de ellas tienen puntos de contacto entre sí que valdría la pena rescatar. En ellas, se ha dejado en claro las grandes limitaciones que rodean a las políticas culturales cuando éstas sólo responden a vaivenes políticos, es decir, políticas inmediatistas que no atienden a los reclamos de los generadores de cultura, sino sólo al grupo de poder en turno. Ni que decir de los inmensos recortes presupuestales al ramo de la cultura en cada “emergencia” económica, por las que se ven afectadas todas las administraciones públicas de nuestros países.

Por otra parte, también es claro que las políticas culturales “en turno” no son incluyentes de todas las corrientes estético creativas, mucho menos tienen el carácter integrador en temas que hoy por hoy son nuestra preocupación, tales como: cultura y medio ambiente –donde podría rescatarse al viejo saber de nuestros pueblos originarios y su trato para con la tierra-, cultura y educación –cuyo proceso sabemos parecería indisoluble, pero lamentablemente también sabemos que se ha priorizado en el ámbito escolar formal el estudio de las ciencias duras y el conocimiento del hombre por el hombre mismo está lejos de ser una rama de atención prioritaria-, incluso también es importante hablar de cultura y tiempo libre creativo, de empresas culturas y de una gama de temas que sólo en Mesas y Foros de Discusión como este se rescatan.

Así, estamos lejos de configurar mercados de bienes simbólicos y culturales que se inserten en los procesos de la globalización tan vigente en nuestra actualidad. Cuando señalamos el término globalización pareciera que sólo afecta o sólo nos referimos a los mercados económicos y no reparamos en la cantidad de áreas de nuestra vida que se ven violentadas con dicho proceso.

Estas y otras tantas reflexiones han tenido su espacio en las Mesas CAB de Cultura. A partir de ellas se ha dado voz a los sin rostro, a quien pocas veces han sido escuchados, asimismo se han logrado rescatar importantes ideas para el desarrollo de la sociedad a través de la reflexión en torno a la cultura. Algunos ejemplos de estas ideas son:
·        La necesidad de incidir en el tema de Formación para la gestión cultural.
·        La oportuna y también necesaria tarea de crear Observatorios culturales para la elaboración de políticas culturales efectivas desde lo local. Considerando que el espacio geográfico es rico en memorias, consensos y tensiones que sólo los que lo viven pueden dar cuenta de ello.
·        Trabajar con denuedo en el tema de Cultura en el ámbito de la educación formal y no formal.
·        Un tema de suma importancia es la Cooperación internacional para la búsqueda de apoyos a proyectos culturales viables, en este caso juega un relevante papel el concurso de los organismos internacionales. Es importante incorporar el tema de cultura en la agenda de las negociaciones internacionales.

Como dije, estas reflexiones son sólo botones de muestra de las acciones que nos falta por realizar en torno a procesos culturales para el desarrollo. Entendemos que la cultura reviste una mayor importancia cuando se inserta en la vida social como un instrumento coadyuvante para la cohesión social, hacia allá enfilamos nuestros pasos.


Antes de concluir quiero referirme a tres temas que considero son vitales y a los cuales les debemos una mayor atención: Primero, el tema de Cultura y Migración. Sabemos que los flujos poblacionales tanto internos como externos provocan tensiones difíciles de encarar, toda vez que los desequilibrios que suscitan en las comunidades receptoras de población migrante muchas veces impiden observar las nuevas posibilidades de interacción cultural. Estimo que el tema de cultura y migración deberá abordarse con mayor amplitud en cada reunión de esta naturaleza.

El segundo tema que considero de una mayor relevancia y que aún no hemos abordado en su totalidad es el tema de Cultura y Juventud. Las y los jóvenes de de nuestra América Latina, se encuentran a la expectativa de conocer cuáles serán las políticas públicas que los aprecie como el centro de atención. La atención que demos a nuestros jóvenes tendrá un efecto positivo en el futuro inmediato de nuestros pueblos porque elevará el desarrollo social de manera exponencial.

El tercer punto tiene que ver con el tema de la violencia. El mundo contemporáneo nos presenta un alto grado de violencia, tanto social como criminal, que nos impide una convivencia pacífica y plena. En alguno de nuestros países los temas como narcotráfico, guerrilla, prostitución infantil, delincuencia organizada, cubren las primeras planas de los diarios locales, los vemos tan cercanos que su presencia nos parece cuasi normal. Sucede lo mismo con los temas de violencia social tales como pobreza extrema, discriminación por diversas causas, y tantos otros que nos hemos acostumbrado a vivir con ellos. Considero que no debemos permitir que nuestra convivencia esté mediada por estas laceraciones sociales.

En ese sentido, apelo nuevamente a la cultura  y, desde luego, a los gestores y administradores culturales, como el instrumento capaz de ofrecer alternativas viables para encarar estas tres demandas enunciados.


Finalmente, tenemos que regresar a la pregunta de origen ¿qué queremos propiciar con nuestras Mesas de Cultura? En resumen, lo más importante que vemos para el futuro cercano es la consolidación de lo que se ha logrado en más de una década, a través de los esfuerzos del CAB, y presentar un cuadro coherente y general que haga énfasis en el campo de las políticas públicas desde las estrategias de desarrollo creativas. Consideramos que estamos en la búsqueda de construir una política cultural que fortalezca la integración latinoamericana e iberoamericana, toda vez que nos reconocemos en un tronco compartido, pero al mismo tiempo rico en su pluralidad, aquí está el sustrato decisivo de lo que a cultura se refiere de una integración con sentido contemporáneo. 








[1] Sunkel, Guillermo. “Cultura, conflictos y formas de convivencia” en América Latina, otras visiones desde la cultura. Bogotá, CAB, 2005, 39-67 Págs.
[2] Da Silveira, Pablo. “La educación siempre llega tarde”. http://www.eoi.es/pensariberoamerica/ric03a04.htm.
[3] Op. Cit.

viernes, 17 de julio de 2020

El Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos de Apan 1810-1821


El Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos de Apan 1810-1821.
Un Estudio Regional.
(PONENCIA)
 Mauricio Yáñez Bernal


                        Se me ha pedido que hable, brevemente, sobre el proceso de investigación que se llevó a cabo hace algún tiempo bajo el amparo del Taller o PIF de Historiografía Regional. A la postre, dicho estudio arrojó como resultado la tesis “El Insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos de Apan 1810-1821. Un Estudio Regional”, que fue presentada para obtener el grado de la licenciatura en historia, en esta misma escuela.
                        La tesis de referencia, en principio, buscaba explicar el proceso de la revolución de independencia en un contexto específico: Los Llanos de Apan. Seguros estabamos de encontrarnos con mecanismos específicos que fueran explicando el desarrollo del movimiento independentista en esta zona del país, aunque, en ese momento, desconocíamos cuáles serían dichos mecanismos. El proyecto contaba, para su propia fortuna, con la particularidad de que, además de la mecánica regional, también queríamos apropiarnos de la acción de un independentista de la zona conocido como José Francisco Osorno, quien, según los primeros datos encontrados, fue el caudillo más importante de la región en la época. La aventura de investigación resultaba interesante. En este sentido, cabe señalar que, conforme nos acercamos a los documentos la figura de José Francisco Osorno pasaba frente a nuestras barbas en cada uno de ellos, de aquí que, fue más una insistencia del propio personaje que una inclusión personal. Osorno es visto en toda la historiografía que sobre la región y el período se ha escrito.

                        Iniciamos la investigación, como muchos, con poquísimo material tanto bibliográfico como de archivo y sin un marco teórico claramente definido, en esta labor es justo agradecer el trabajo realizado por el Dr. Claudio Vadillo, en cuanto a la preocupación por buscar la fórmula que mejor definiera nuestro objeto de estudio. En virtud de que presentar una región como “objeto histórico” conlleva la necesidad de construirla a partir de elementos claros, coherentes y fuertemente interrelacionados para conformar una verdadera unidad espacial digna de ser estudiada y expuesta en una investigación, dicha conformación da sentido al binomio espacio-tiempo que en sí mismo es necesario e irrenunciable para entender las transformaciones que el hombre ha tenido a lo largo del tiempo. Esta fue nuestra primera premisa, dar cuerpo y sentido a una región histórica con los escasos datos con que contábamos al momento. Hicimos un recorrido por el campo teórico en cuanto a los planteamientos que la historiografía mexicana estaba manejando: visitamos los avatares de la microhistoria expuesta por el michoacano Luis González.[1] Nos acercamos a los pronunciamientos de Eric Van Young,[2] y su puerta anchísima para la historia regional donde casi todo puede caber, en virtud de que para Van Young cuando hablamos de región lo que tenemos son sólo hipótesis por demostrar; de igual forma, acudimos a Juan Pedro Viqueira[3] y nos adentramos en esa propuesta que realiza para señalar a la historia regional como el asidero de la historia total donde cabe lo social, lo político, lo simbólico, lo económico, etc. Asimismo, reflexionamos con las propuestas de Andrés Fábregas para quien la importancia de la región radica en la oportunidad de comprender la historia y las tradiciones culturales en el ámbito concreto donde acontecen “es el enfoque que nos acerca más a la realidad del país y su proceso formativo”.[4] La antropología ve a la región como el hábitat de una sociedad singular en donde tiene verificativo un proceso histórico particular. En fin, continuamos en esta búsqueda y visitamos a otros estudiosos de la región como concepto y como objeto de estudio, hasta que topamos con Ignacio del Río y su concepto de regiones humanas, él las explica de la manera siguiente: “se localizan en un espacio que es de naturaleza geográfica: La extensión de ellas, aunque se trate siempre de una extensión geográfica, no se define por la presencia de elementos naturales sino por el hecho humano; por los modos de la presencia y la acción de los hombres”,[5] con dicho concepto nos acomodamos a trabajar e iniciamos nuestro peregrinar por los meandros de los recintos archivísticos y sus montañas de papel por revisar.

                        La visita a los archivos históricos fue por demás creadora, impregnarse del añejo aroma de los documentos es lo que verdaderamente moldea el carácter del historiador y su gusto por el quehacer histórico, esta actividad permite conocer y guardar ese olor que se le mete a uno en la nariz y permanece allí por mucho tiempo, tanto como el propio historiador se lo permita. En los archivos históricos se despierta a los muertos y, en un diálogo con ellos abierto y sin cortapisas, se les asigna un nuevo papel en la historia. Basamos nuestro trabajo en los acervos del AGN y en los archivos históricos del Estado de Hidalgo ubicado éste en Pachuca, y del Estado de México que se localiza en la fría ciudad de Toluca.
                        Al avanzar con el trabajo, la cantidad de información aumentó considerablemente, no todo era susceptible de traer a cuenta, por ello procedimos a realizar un trabajo de disección, como diestros cirujanos buscamos las piezas que unieran el rompecabezas que habríamos de presentar, la intensión era explicar con solidez un proceso histórico más que mostrar solamente los hechos en sí, de esto no teníamos duda.
                        En esta lucha por desterrar las sombras, tuvimos que actuar con irreverencia frente a la cotidianidad de la gente de la época, sin invitación nos metimos a las fiestas religiosas y civiles de que participaban; llamados por la curiosidad visitamos las haciendas pulqueras que se asientan en la región, allí nos enteramos que estos centros de producción ayudaron económicamente para el mantenimiento de la guerra de independencia, los hacendados se vieron a medio camino de un fuego cruzado entre dos bandos que no fueron tan irreconciliables, como se ha podido ver con las recientes investigaciones, cuando concluye el proceso bélico; de igual forma, conocimos la división social que existía en las postrimerías del período colonial mexicano, y también, nos enteramos de algunos cantos que se entonaban en son de burla acerca del gobierno virreinal.
                        En este estudio, que siguió sus propias leyes incluida la del azar, tuvimos la fortuna de ingresar a la particularidad de la vida de un hombre que fue protagonista central de todo este proceso, el caudillo insurgente José Francisco Osorno, quien nos ofreció o dejó para consumo de los historiadores, con algunas restricciones claro, la información referente a su participación en la guerra de independencia. En esta etapa del proceso de acopio de información nos pudimos percatar que Osorno fue impulsado a participar en este movimiento movido por sus propias ideas, mismas que en algunos aspectos diferían de lo que se venía gestando desde el bajío mexicano, el control de mando de las tropas insurgentes de la zona sólo debería corresponderle a él; el mismo Osorno, en esta zona del país, tasaba el pago de aranceles que correspondía cubrir a los hacendados pulqueros para que esta bebida -el pulque- pudiera seguir llegando, con regularidad, a la ciudad de México, dentro de los vaivenes de esta compleja personalidad tenemos que incluso al “guerrillero de Apan” –mote con que lo presentan algunos historidores- se le acusa de traición al movimiento,[6] esto en virtud de que no movió un dedo por evitar un atentado perpetrado por las tropas realistas en contra de Ignacio López Rayón, cuando este jefe insurgente visitó -en los meses de junio a septiembre de 1814- la región que Osorno comandaba; este mismo hecho ofrece una de esas contradicciones que aparecen en la historia patria y que resultan tan inquietantes, toda vez que José Francisco Osorno, el caudillo insurgente de los Llanos de Apan, recibió el grado de teniente general por la Junta de Zitácuaro,[7] instancia rectora del movimiento independentista, donde uno de sus principales promotores y cabecillas era el propio Ignacio Rayón.

                        Como es sabido todas las investigaciones parten de premisas conocidas, a estas premisas les llamaremos los efectos, el trabajo del investigador, en este particular del historiador, escrutador de los acontecimientos del hombre en el tiempo, es desenredar la madeja y establecer los movimiento o mecanismo que los originan y que para nuestra comprensión llamaremos causas, tarea nada fácil sin duda, pero harto satisfactoria. El velo de sombras que cubre, todavía, a muchos procesos de la historia nacional representa un verdadero desafío al que habrá que hacerle frente. A la pregunta: ¿vale la pena seguir escribiendo historia en este mundo tecnologizado y lleno de preocupaciones por el futuro?, Respondo con un rotundo sí, desde luego que sí vale la pena continuar con nuestro quehacer; de lo contrario, cómo nos paramos frente a la ilusión del mañana sin conocer siquiera la solidez que nos ofrece nuestro pasado.
                        Con este estudio llegamos a conclusiones interesantes: logramos dar sentido a una unidad regional desde la perspectiva, ya señalada, de las regiones humanas; vislumbramos los entramados de la guerra de independencia en esta zona del país y señalamos cómo se inserta este proceso en el gran concierto de la historia nacional. Nunca fue nuestra intensión construir una biografía apologética de nuestro personaje, tomamos su accionar para inmiscuirnos en la vida de los habitantes de nuestra región de estudio; al final dejamos sentado que el caudillo insurgente José Francisco Osorno, lejos estuvo de representan, verdaderamente, los intereses de las huestes que le seguían.

                        Para concluir, con esta tesis se presentaron los elementos que dan cuerpo a lo que hemos llamado la “región de Osorno” como región histórica, entendiendo a la región histórica como la expresión de procesos sociales (humanos) conceptualizados en el tiempo con una base geográfica, de tal manera que nuestra región puede variar al cambiar cualquiera de sus elementos ya sea por fuerzas internas o externas, el ejercicio en sí mismo es interesante por las grandes aproximaciones que se mostraron, no se pretende, de ninguna manera, establecer dicha región para que ella misma sea inamovible en el espacio y en el tiempo; por el contrario, esta investigación es una puerta más que se abre en el universo de posibilidades de análisis, de ningún modo es un estudio acabado ni remotamente cerrado, este estudio desde el ámbito regional aporta muchos elementos para nuevas investigaciones, la ambición de este trabajo se centró en explicar un proceso histórico partiendo de la vida y acción de los propios actores que lo conformaron, otras investigaciones vendrán a abrir otras perspectivas de estudio, tomando elementos nuevos cuando la propia investigación así lo permita.



Ciudad de México, 22 de septiembre del 2000.




[1] Luis González.  Invitación a la microhistoria.  Sepsetentas. 1973.
[2] Eric Van Young, Haciendo historia regional: Consideraciones metodológicas y teóricas. Inst. Mora. 1991.
[3] J. P. Viqueira. Historia regional: tres senderos y un mal camino, en Secuencias.  Inst. Mora. 1993.
[4] Andrés Fábregas, El concepto de región en la literatura antropológica, Inst. Chiapaneco de Cultura. 1992.
[5] Concepto tomado de Ignacio del Río en su artículo “De la pertinencia del enfoque regional en la investigación histórica sobre México”, en Históricas, diciembre de 1989.
[6] Carlos Herrejón (investigación).  La Independencia según Ignacio Rayón. Ignacio Rayón hijo y otros.  SEP. 1985. Pág. 210.
[7] Ana Lau Jaiven y Ximena Sepúlveda. Hidalgo una historia compartida. Inst. Mora. 1994. Págs. 56-57.