Novenas
Jornadas de Historia en la ENAH (17 al 21 de octubre de 2016)
Presentación
del libro:
La
historiografía política mexicana al diván del análisis: 1970-2000.
Crítica
del enfoque revisionista.
Claudio de Jesús Vadillo López.
México. Ediciones Navarra. 2016. Pp. 303.
La obra de Claudio Vadillo La historiografía política mexicana al diván del análisis: 1970-2000.
Crítica del enfoque revisionista, llega en un momento importante para la
historiografía mexicana, y digo que llega en un momento por demás oportuno
porque, como lo señala el propio autor, el Estado nación monopartidista está
cambando y ahora se nota una incipiente alternancia, que de suyo requerirá de
otras interpretaciones históricas.
Tenemos a una sociedad más participativa, cuyos
encuentros en la plaza pública también requieren de su propio foco de atención.
Así que para los historiadores, se abren nuevas y ricas vetas de análisis e
interpretación.
Resulta fundamental mirar la historia de la historia
con nuevos derroteros historiográficos que den cuenta del pasado más reciente,
dejando de lado la mirada inmediatista del reportaje o la crónica. La historia,
con su propio método, tiene que dar cuenta de los acontecimientos del pasado
más cercano. Para esta tarea, es necesario volver los ojos y mirar, como ya lo
ha hecho Claudio Vadillo para el caso de la historiografía política mexicana, desde
el ejercicio de la observación del observador. Tenemos un discurso o discursos construidos
desde diferentes niveles de apropiación de la “realidad” nacional, pero con
líneas de reflexión que los puede ubicar en corrientes teóricas perfectamente
diferenciadas.
Diez años antes, Claudio Vadillo ya nos había
regalado una muestra de lo que sería este libro. Hace una década, su obra La producción de historiografía política en
México. Crítica del enfoque revisionista (Sociedad Campechana de
Historiadores, 2006), fue el arranque del trabajo que ahora nos presenta y que
vuelve a él con mayores elementos y nuevos bríos. Así que estamos frente a un
nuevo momento en la producción analítica y creativa del doctor Vadillo.
Este libro en mención, ha sido base para la
formación de más de un centenar de historiados egresados de la ENAH, que han
sido participes de innumerables discusiones, tanto en clase como fuera de ella,
sobre los aspectos relevantes de la clasificación historiográfica propuesta por
el autor; obra, que bien, la podríamos catalogar como un manual de
historiografía.
En una época reciente me tocó ser profesor de
la materia de “Historiografía Contemporánea de México” en esta misma escuela y,
con ese presupuesto, sin lugar para la duda puedo señalar que el recorrido que
hace Claudio Vadillo por la historiografía política nacional, escrita en los
años de 1970 al año 2000, es rico en aportes metodológicos y didácticos tanto
para profesores, como para alumnos. Sin que sea un examen exhaustivo, porque no
es mi intención, señalaré algunos de éstos atributos académicos:
En la misma introducción, Claudio Vadillo
señala: “Emprendo aquí una observación de observaciones, que es procedimiento
para historizar la producción historiográfica, para analizar el fenómeno
historiográfico situado en el periodo 1970-2000 […] El análisis de este libro
parte de que la historiografía contemporánea, tiene la necesidad de observar al
observador” (pág. 24).
Este sólo apunte permite al lector (profesor o
alumno) comprender que se encuentra frente a una obra en la que el autor ha
hecho un ejercicio de desmenuzamiento de los trabajos históricos abordados.
Sabemos que fueron 52 textos utilizados.
De la mano nos va llevando por el camino que
nos acerca a conocer las condiciones sociales, materiales e intelectuales de la
época, así que en el capítulo uno, aclara que:
“Fue en este escenario cultural de irrupción
generalizada de interpretaciones críticas de la sociedad mexicana, de enfoques
multidisciplinarios, de la experiencia de la contracultura, que convergieron,
por un lado, la búsqueda intelectual de explicaciones políticas, sociológicas,
filosóficas, históricas acerca del comportamiento del Estado mexicano […] Por
el otro lado, el intento gubernamental de conciliar con la intelectualidad
reprimida en 1968… Fue un escenario social y cultural en el que desde el
gobierno se propició la producción de investigación en ciencias sociales,
particularmente en historiografía, en las instituciones de investigación
tradicionales” (págs. 58-59).
Para los años 70 y 80 del siglo pasado, en el
Capítulo segundo, dice Vadillo que: “En el Instituto de investigaciones
Sociales [UNAM] y en la Dirección de Estudios Históricos del INAH, se abrieron
espacios para emplear nuevas metodologías, para asumir la multidisciplinariedad
en el quehacer historiográfico y abordar temas contemporáneos y actuales con
una mirada historiográfica novedosa, lo que fue propiciado tanto por la mirada
crítica de sus cuerpos académicos, por la juventud de sus equipos de investigación
y por el peso de la formación que muchos de sus investigadores adquirieron en
el extranjero” (pág. 111).
Ahora bien, una vez conocido las condicionantes
materiales de este particular momento en que se estaba escribiendo la historia
del Estado mexicano surgido de las cenizas de la Revolución Mexicana de 1910,
en el Capítulo tres que lleva por título
Fuentes, preguntas e hipótesis, con una verdad de Perogrullo, pero igual de
contundente, esta obra señala: “Hay quien cree que la materia de trabajo del
historiador se limita al rescate, recopilación y difusión de documentos
antiguos, de los vestigios escritos del pasado que encontramos en los archivos
y en diferentes reservorios de información documental […] Para los fines de
nuestra investigación, dice Vadillo, no nos conformamos con esta primera
observación, que no es menor, pero lo que interesa abordar ahora es el asunto
de la historiografía como ciencia que construye conocimiento del pasado, que no
se limita a repetirlo y constatarlo, sino que interroga a los documentos desde
el presente, que hace preguntas e hipótesis acerca del pasado para
interpretarlo en su historicidad, buscando entender el devenir del momento
actual” (págs. 114-123).
Así llegamos hasta el apartado que soporta la
obra, dado que ocupa más de la mitad de este trabajo y en el que se explican de
una manera sencilla, casi para legos, las distintas corrientes teóricas con las
que se escribieron las obras de historia que fueron seleccionadas por Vadillo
para la construcción de esta historiografía, y que permiten al lector (profesor
o alumno) pasear por la historiografía política mexicana de 1970 a 2000 con su
propio Cicerone que lo va guiando para que no se pierda en la mar de la
multiplicidad de páginas escritas; esta sección, el capítulo cuatro, que lleva
por título Argumentación, autores y
corrientes de interpretación, nos inunda con datos, reseñas y análisis de
las diversas obras trabajadas, así como con breves biografías de los autores
reseñados.
El tema de las argumentaciones o modelos
explicativos que se abordan en la obra de Claudio Vadillo, daría material para
una amplia discusión, discusión que podría llevarse en otro espacio, por lo que
no me detendré y me enfocaré a señalar que cada una de estas corrientes filosóficas
tiene sus propios adeptos y detractores, dentro de los campos académicos de
México.
Vadillo señala que: “Ante el panorama de los
tipos de argumentación es importante hacer dos reflexiones: en primer lugar,
que son cuatro modelos explicativos [pragmático-positivista, marxista,
historicista y Escuela de Annales] los que están en el corpus creativo de la
historiografía mexicana desde los años treinta, desde que se inició la
profesionalización de la investigación histórica; en segundo lugar, que a pesar
de la coexistencia de éstos modelos de explicación, desde los años cuarenta y
hasta los setenta se observó al predominio y hegemonía de la interpretación
pragmática-positivista, al grado de ser una ‘idea común´ de que era este enfoque
y su argumentación los que correspondían ´naturalmente´ al discurso
historiográfico” (págs. 289-290).
El recorrido que Claudio Vadillo nos propone en
esta obra data hasta el año 2000, camino que sirve para abrir el interés de
escribir trabajos que den cuenta de los nuevos modelos explicativos de
historias recién publicadas.
En las páginas finales, se comenta, casi al
paso, sin detenerse mucho en ello, de “otras argumentaciones” que aparecieron
en la década de los 90 y posterior, tales como historia de las mentalidades, e
historia cultural; seguramente, también hace falta aquella teoría que explique
los nuevos trabajos que se hacen desde la historia
marginal, aquella historia o historiografía que se ha ido construyendo con
los hombres y las mujeres “sin voz”, con los actores invisibles, pero siempre
presentes, en los ritmos y vaivenes de los procesos históricos.
Para finalizar, como docente de la ENAH, en la
materia de Historiografía Contemporánea de México, celebro la publicación de
obras como la Historiografía Política
Mexicana del Doctor Claudio Vadillo, por la claridad y riqueza de conceptos,
y por hacer asequible el complejo y, a veces minado, terreno de la
historiografía nacional.
Muchas felicidades y muchas Gracias!!!
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