jueves, 8 de julio de 2021

CEREMONIA DE CLAUSURA

 Ceremonia de Clausura. Generación 1998-2002

Ciudad de México, 15 de noviembre de 2002

 


Hist. Gumercindo Vera

Coordinador de la Lic. de Historia/ENAH

 

Estimadas Alumnas y Alumnos que hoy egresan

 

Señoras y Señores

 

Amigos todos:

 

En primer término permítanme expresarles el beneplácito y el honor que me resulta compartir con todas y todos ustedes esta noche en la que, una nueva generación de historiadoras e historiadores emprende el vuelo hacia nuevos confines tanto del conocimiento histórico como en sus actividades personales; noche que, por otra parte, también nos presenta un cúmulo de sentimientos encontrados, que al unísono nos llevan de la alegría a la nostalgia y viceversa. Alegría porque nos ha tocado presenciar el crecimiento y constante deseo de aprendizaje de los nuevos adoradores de Clío; nostalgia, por el necesario alejamiento que tendrán, algunos de ustedes, de esta Casa de Estudios, pero que sabemos, pondrán su nombre en el lugar que le corresponde.

 

La pregunta que en estos momentos me viene a la mente es: ¿Qué significado tiene actualmente el papel de la historia y del historiador en esta sociedad? Sociedad que se caracteriza por ser moderna, global y tecnologizada, en donde pareciera que a nadie le interesa rescatar los olvidos del pasado. La respuesta sin duda es compleja y no podrá más que vislumbrarse, quizá a lo lejos, esta noche. La ciencia de la historia se encuentra en un estado de lamentable ambigüedad; por un lado, encontramos voces que claman por la fuerza natural que tiene el conocimiento del pasado y la necesaria urgencia de aprender y beber de su manantial para evitar errores ya vividos; sin embargo, y pese a esta notable insistencia, por otro lado, tenemos también una realidad que nos demuestra que a muy pocos les inquietan los saberes del ayer, más allá de lo académico, por supuesto. Luego entonces, nos corresponde a los historiadores, revalorar la particularidad e importancia de nuestro quehacer; nos vemos obligados, y principalmente ustedes que habrán de enfrentarse a estas inconsistencias, a ofrecer respuestas inteligibles a los estragos de este inquietante presente.

 


Considero que el historiador de los nuevos tiempos es el hombre o mujer que despierta el sueño de los muertos con un propósito: objetivo, definido y claro; que se inmiscuye en la vida de los antepasados con la finalidad de hacer un trabajo socialmente útil y de beneficios tangibles; que aprovecha las nuevas herramientas que la tecnología pone a su alcance para realizar estudios de mejor calidad y, por último, que no demuestra miedo, aunque lo sienta, ante las posibilidades de la comunicación virtual a través del Internet o las redes modernas de interrelación que poco se parecen a nuestro ejercicio artesanal. Sin embargo, no debemos olvidar que la fuerza de nuestra práctica se encuentra en los sinuosos laberintos de los archivos históricos y sus miles de empolvados documentos, cuyos contenidos están a la espera de su redescubrimiento. Nunca debemos dejar de lado el interés, en ocasiones hasta infantil, de búsqueda y asombro ante las maravillas de nuestros hallazgos, los conmino a no dejarse vencer por las adversidades toda vez que ellas –las adversidades- forjan el carácter del investigador. Sabemos que una de las virtudes del ejercicio histórico es la paciencia, habrá que recurrir a ella cuando las investigaciones demoren más de lo esperado.

 

Por otra parte, y esto lo manifiesto como una mera invitación, considero que debemos aprovechar las bondades del conocimiento del pasado para transformar nuestra sociedad. El mundo en que vivimos es por demás violento, inequitativo e incierto; carecemos de las más elementales certezas sobre todo aquello que nos rodea y nuestros miedos reales e imaginarios se acrecentan día con día. Quienes nos dedicamos al estudio de las ciencias humanas tenemos la honrosa y delicada tarea de ser motores del cambio, nuestra sociedad esta a la espera de escuchar nuestra voz. Debemos construir una sociedad humanamente accesible para nosotros mismos y para las generaciones que nos sucederán.

 


Para finalizar, estimadas alumnas y alumnos que hoy egresan de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Casa de Estudios que les brindó su cobijo por espacio de cuatro años y que hoy los ve partir, espero que el futuro les sea prometedor y lleno de éxitos profesionales; que el refugio que buscaron en la historia sea el motor para nuevas aventuras.

 

Muchas gracias.