De la región
histórica a la región virtual
XV Congreso de Historia Regional,
Mazatlán, Sinaloa, México, (8 al 10 de
diciembre de 1999).
Mauricio Yáñez
A Claudio Vadillo, por el amor que siente por la
historia regional.
Inicio la presente ponencia con el ánimo de
traer a cuenta una reflexión personal sobre las transformaciones que en la
actualidad presenta, a fuerza de adoptar los cambios que la misma sociedad va
sufriendo en esta última etapa del milenio, nuestra fuente de inspiración,
nuestra querida historia, vista como una manera de hacer comprensible este
presente tan convulso.
Expondré algunas ideas que se han planteado
acerca de la manera en que se ha conceptualizado el saber histórico desde sus
primeros tiempos llegando a una concepción metodológica bautizada como historia
regional. En la segunda parte de esta exposición me dedico a hablar de las súper
regiones o regiones universales, finalizo este trabajo en la actualidad del
internet como súper carretera de intercomunicación e interrelación.
Para entrar en el tema, me acojo a la
siguiente pregunta: ¿Qué es lo que tiene la historia para convocarnos con tal
fuerza y mantenernos reunidos en estos eventos? Si aún hoy día en las aulas
universitarias muchos estudiosos siguen la discusión, muy enriquecedora por lo
demás, acerca de sí ella, la historia, es una ciencia, un arte o sólo un
entrañable cariño que nos lleva a recopilar datos para una investigación, o
como lo plantea Octavio Paz “El historiador es un personaje a medio camino
entre el científico y el poeta. No produce leyes ni metáforas sino
coherencias”,
algunos de los aquí presentes furiosísimos me gritarán que la historia es una
ciencia con toda la autoridad de cualquier otra, incluso igual, en cuanto a
categoría, que aquellas conocidas como ciencias duras, porque sigue un riguroso
procedimiento que la lleva a formular teorías con estricto apego a la verdad, a
la verdad histórica por supuesto (quiero decir sin que el historiador emita
juicios de valor), estos mismos defensores de la ciencia histórica dirán que la
discusión que yo estoy planteando aquí carece de sentido pues desde el siglo
pasado a la historia se le ha dado la categoría de ciencia. No obstante, sigue
resultando interesante tal planteamiento; otros, menos acalorados, observarán
que la historia más parece un arte porque el historiador, como paciente y sabio
artesano, va moldeando lo que desea presentar a su público lector, extrayendo
de esa fuente inagotable de los hechos históricos los que a su juicio merecen
tal calificativo, los lleva al seno de una investigación para que queden por
siempre plasmados y multicitados en trabajos ulteriores,
ello sin menoscabo de las grandes discusiones que se producen cuando nos
referimos a ese parentesco, muy cercano por cierto, que tiene la historia con
la literatura y que a la fecha sigue produciendo estudios que buscan romper con
tal relación o establecer los continentes de cada una. Quizá, un tercer grupo
de este auditorio me dirá que, efectivamente, la historia es un trabajo de
anticuarios que buscan entre los añejos restos aquello que le permita darle un
significado al pasado visto desde el presente.
Pues bien, sin entrar en minuciosos detalles
sobre dicha tipología, dejando esta discusión para otros espacios, les diré
que, en mi opinión, la historia son todas estas aseveraciones reunidas y por
separado; es ciencia desde el momento mismo que sus investigaciones parten de
preguntas claras, concretas y con una intencionalidad predeterminada que en la
mayoría de los casos consiste o pretende apropiarse, desde el tiempo del mismo
historiador, de un lejano proceso o acontecimiento, traerlo a cuenta y darle un
significado dentro de nuestra cotidianidad, por lejano me refiero a la
distancia que media entre el historiador y su objeto de estudio, en palabras
dichas en 1953 por Lucien Febvre se diría que: “plantear un problema es,
precisamente, el comienzo y final de toda historia”.
Además, reúne las características que, según Steven Weinberg, distinguen a toda
ciencia “... el racionalismo, el escepticismo y la independencia de
pensamiento”.
Es un arte digno de su procuración y empeño y
no me refiero sólo por su forma de presentación que todavía, en la mayoría de
los casos, se hace a través de la palabra escrita -con la debida aclaración que
en la actualidad existen otras formas de mostrar los resultados del trabajo de
investigación tales como el video, el C D, etc.-, sino en estricto sentido al
trabajo de creación que lleva a cabo cada historiador, es él quien da
significado y moldea nuevas formas de interpretación de nuestro pasado, este
raro personaje de la sociedad actual nos muestra, en cada trabajo de
investigación, diferentes contextos de un mismo proceso histórico; de aquí que,
el sentido artístico de la historia se halla, según creo, en la posibilidad de
creación que en sí misma conlleva un trabajo artesanal. Los artistas de la
historia, obviamente, parten de los datos que sus fuentes les aportan, y estos
buscadores de realidades pasadas, con sus sabias manos les dan una ubicación
diferente y los presentan ante su público ya sea éste especializado o poco
versado en la materia. El producto de estos artistas-científicos tarda años en
su gestación, su parto es difícil y la vigencia de estos trabajos depende de
los nuevos hallazgos históricos que los propios estudiosos de la historia
traigan a la luz en nuevos planteamientos.
De igual forma, no deja de ser un trabajo de
viejos (aunque jóvenes en edad) anticuarios que nos pasamos las horas hurgando
en la inmensidad de ese mundo de papel que son los archivos, pretendiendo
seguir la huella de otros hombres, pero lo que en realidad estamos haciendo es
buscarnos a nosotros mismos.
Lo único cierto es que esta laboriosa pero
entretenida tarea es la única forma de no morir del todo, con su ejercicio
seguimos presentes, rescatamos los espíritus de su mundo etéreo para
mantenerlos vigentes trayéndolos a cuenta una y otra vez cuando se les requiere
en cualquiera de nuestros trabajos de investigación, todo ello, considero, es
la respuesta a la pregunta planteada inicialmente.
Historia regional
La historia, así solamente: la historia,
desde sus orígenes se ha esforzado por darle respuestas a su sociedad, en esta
tarea, desde el mismísimo Heródoto, ha empeñado sus armas, ha buscado cubrir
tal expectativa, ha traído a cuenta nuestro pasado remoto, mediato e inmediato
con la finalidad de hacer comprensibles nuestros tiempos.
Todo lo anterior, en cuanto a la posibilidad
de atrapar la historia macro, también llamada historia nacional, en una sola
mirada, dentro de este gran recipiente que es la historia nacional existe
aquella que nos acerca a las profundidades de cada rincón del acontecimiento y
del conocimiento histórico dando significado a temas y aspectos que para otros
compañeros historiadores no tienen gran relevancia, esta mirilla por la que
algunos nos acercamos a los procesos históricos es, sin duda, la historia
regional, que reúne como ninguna otra el quehacer del científico, del artista y
del anticuario que hemos señalado en pasadas líneas.
Esta forma de enfrentarnos a nuestro objeto
de estudio tiene particularidades que la hacen, no mejor ni peor, sólo
diferente de otros procesos teórico-metodológicos por los que a veces se llega
a resultados similares, pero con los cuales diferimos en cuanto a la forma de
apropiarnos el conocimiento.
La historia regional, como bien lo han
señalado los conocedores de la materia, es la oportunidad de construir un
objeto de estudio, o una hipótesis por demostrar como lo diría Van Young,
se buscan interpretaciones nuevas y desde la voz de los actores a sus propias
preocupaciones, difiere, y eso sólo de forma, de la microhistoria de Luis
González.
La historia regional cubre espacios más amplios según se los vaya planteando la
misma naturaleza de la investigación; además, se recrea con detalles que el
estudioso de la historia nacional no toma para sí y que para el
microhistoriador ya están fuera de su contexto.
La historia regional, así llamada por esa
posibilidad de adentrarse en un mundo concreto desde diversas perspectivas que
pueden ser económicas, culturales, políticas, religiosas, comerciales, etc.,
hija legítima de la historia sin adjetivos, ha tenido una grata presencia
dentro de la historiografía en los últimos tiempos, cada vez se observa más
este tipo de estudios y con diferentes miradas cuyos ejemplos sería muy largo
enumerar.
Apuntaré a favor de esta grata posibilidad de
hacer historia, o historias, que su mundo siempre está lleno de la sustancia
del ser humano como figura rectora de la historia. Aquí me acojo a lo dicho por
Ignacio del Río
sobre las regiones humanas: se ocupa y preocupa por darle un significado a la
labor cotidiana de los protagonistas de esos mundos plagados de amorosas
presencias que se observan en su diario trajinar.
La historia regional, es pues, esa gran
posibilidad de acercarnos a los hombres del ayer sin la pretensión de querer
abarcar todo del todo, más bien buscando las minucias que nos permitan traer a
cuenta situaciones que hacen posible la comprensión del todo.
Sin detrimento de lo dicho hasta aquí,
observamos cómo el mundo va cambiando y como, debido a ello, la historia
regional se enfrenta a modificaciones en sus parámetros de estudio con la
finalidad de ajustarse a las nuevas realidades y a los nuevos contextos. En
este fin de milenio se nos presentan problemáticas de investigación hasta ahora
nunca vistas.
Las regiones
universales
El
mundo actual nos presenta serias dificultades para llevar a cabo estudios bajo
el cobijo de la historia regional, debido, en gran medida, a que las regiones
han ido ampliando sus espacios territoriales y culturales. Tenemos que México
ha dado paso a una macrorregión comercial desde 1994 con la firma de un acuerdo
de “libre comercio” con Canadá y los Estados Unidos; del otro lado del mundo,
la Europa Central es ahora un compacto conglomerado de naciones dando sentido a
la Unión Europea (UE); en el sur de América existe, desde hace años, una zona
de comercio con particularidades e intereses que han fijado los habitantes de
aquellas latitudes; del lado del mar Pacífico, y teniendo este Océano como polo
integrador de una macrorregión, se cuenta con el mecanismo de Cooperación
Asia-Pacífico (APEC por sus siglas en inglés); si a ello le agregamos que un
producto, en muchos casos, tiene una fabricación multinacional debido al gran
auge que han tenido las maquiladoras, incluso, en ocasiones, fuera de los
acuerdos comerciales aquí señalados; luego entonces, por el lado comercial el
panorama se vuelve nebuloso al estudiar dichas macrorregiones, como bien lo
señala Daniel Bell:
“Otra característica de la economía moderna es
que el mercado no conoce límites y rebasa las líneas políticas. Así, en la
búsqueda de beneficio, la gama de actividades económicas se traslada de lo
regional a lo nacional hasta lo internacional y, por fin, a lo cabalmente
global (que difiere de lo internacional), volviéndose un mercado =único= de capital y bienes”.
Si fuera sólo en lo comercial, los
historiadores seguiríamos construyendo regiones a escala local con sentido
político, cultural o con algún otro elemento que nos permitiera asir un mundo
concreto, pero los gobiernos se empeñan en dificultarnos el trabajo
suscribiendo acuerdos en los que buscan integraciones regionales bajo un marco
de cooperación, tal es el caso, y sólo por citar un ejemplo, de la Organización
de Estados Americanos (OEA) que desde 1948 funciona en la búsqueda de la
concordia del Continente Americano. Esta organización tiene como uno de sus
objetivos, aunque no se encuentra escrito, el de materializar el sueño
bolivariano, es decir, unificar en una sola entidad política a la América
española, agregando en dicha propuesta, claro está, a los países del norte.
Siguiendo este orden de ideas, tenemos que en
todos los documentos oficiales de la Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI), se habla de una región iberoamericana, unida, principalmente, por la
lengua española (con las excepciones de Brasil y Portugal) y un legado
histórico común, su asiento geográfico se da en la Península Ibérica en Europa
y en los países que integran la América Latina en este Continente. En la pasada
Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, el presidente cubano
Fidel Castro hizo un llamado a sus homólogos de la región iberoamericana para
llevar a cabo esta integración buscando la fortaleza en la unidad.
De igual forma, desde 1989 con la caída del
muro de Berlín –que puso fin al proceso conocido como la guerra fría entre los
países socialistas y aquellos cuya economía se suscribe al amparo del
capitalismo-, la unificación de Alemania ha traído sus propias transformaciones
de orden político, comercial y cultural, que sin lugar a dudas nos enfrentan a
una nueva fisonomía regional; además, este acontecimiento está señalado como un
parteaguas en la historia mundial. Dichos cambios también son perceptibles en
la ex Yugoslavia o en la antigua Unión Soviética en donde se pueden establecer
polos regionales con diferentes patrones de integración. Podemos seguir nuestra
lista, pero lo que aquí sólo interesa es señalar la manera en que la fisonomía
política del mundo se va configurando.
Estos cambios en los espacios regionales o
bien en la construcción de nuevas regiones son solamente algunos ejemplos de
las transformaciones que el mundo va teniendo, ello por no hablar de los
cambios culturales que el gran flujo de inmigrantes de México y de la América
Central producen en algunas zonas de los Estados Unidos, estos flujos de
inmigrantes posibilitan polos regionales claramente identificados en los cuales
se prioriza la cultura latina, dando así paso a una extensión regional de su
propia tierra natal, ello con las variantes necesarias para la adaptación en
otro contexto. Un claro ejemplo de esto son las zonas de mexicanos y de gente de
otras nacionalidades en Los Ángeles, en esta parte de la Unión Americana se
hablan, incluso, 81 idiomas diferentes.
De igual forma, países europeos, como Francia, reciben grandes grupos de
inmigrantes, principalmente del norte de África y del Cercano Oriente, que
buscan ocupación, trasladando con ellos su cultura, es decir, propiciando un
intercambio cultural y la extensión de su región de origen.
Estas
macrorregiones, establecidas con fines políticos o comerciales, no se
circunscriben solamente a cubrir dichas funciones -comerciales o políticas- su
trascendencia va más allá, en la práctica se da, por necesidad, un intercambio
cultural -lo señalado para los inmigrantes- que sin lugar a dudas, con el paso
del tiempo, modificará seriamente el desarrollo de nuestros pueblos, o si se
quiere de nuestras regiones históricas hasta este momento conocidas, y en la
mayoría de los casos, estudiadas.
Tenemos, por ejemplo, que en México nuestro
tradicional “día de muertos” se ve coronado con una fiesta de Halloween
que en nuestro país entró como una práctica norteamericana. Este tipo de
manifestaciones de importación cultural es visto u ocurre en varias actividades
de nuestra cotidianidad y en muchos casos no somos conscientes de dichas
presencias. La aculturación en un fenómeno característico de los procesos de
integración.
El establecimiento de estas regiones
universales hace énfasis en actividades e intereses de una sociedad de suyo más
amplia, por ende más heterogénea, buscando, precisamente, la uniformidad de
ciertos parámetros que sean asequibles a cada pueblo dentro del marco de su
competencia; de aquí que en lo político tengamos que importar, por ejemplo,
modelos democráticos -el caso del bipartidismo como en los Estados Unidos, al
cual aspiran algunos de los políticos
de este país-; en cuanto a lo económico, el modelo chileno se pensó, en algún
tiempo, sería la panacea que borraría todos nuestros males en ese terreno; en
fin, ha sido doloroso nuestro ingreso al mundo globalizado. Asimismo, habrá que
entender que dichas transformaciones son reflejo y consecuencia de un
debilitamiento de los Estados nacionales frente al proceso de globalización.
Ejemplo de lo anterior, son los estados o provincias separatistas que desean
desligarse de una federación o pacto común, Quebec, en Canadá, es un caso de
esta naturaleza. Estas integraciones multinacionales nos plantean dos
escenarios insalvables, por un lado tenemos a la sociedad de consumo; por el
otro, una sociedad con un fuerte apego a los fundamentalismos religiosos o
étnicos.
No quiero dejar la impresión de que me opongo
al “desarrollo” o al “progreso” que van teniendo nuestros pueblos, o que quiero
traer a cuenta pensamientos de cepa nacionalista –que por otra parte, cabría
señalar, existen diferentes grupos de corte nacionalista en distintos países
que se oponen a la integración, como ejemplo el caso de los pueblos islámicos-,
lo que desde un principio se planteó en esta ponencia es la reflexión sobre las
adecuaciones que debe ir cubriendo nuestro trabajo como historiadores al
enfrentarnos a la pregunta: ¿qué es una región histórica?,
si como vemos los espacios de las ahora llamadas regiones se extienden a
límites antes no abordados, para estudios de esta magnitud o de semejantes
extensiones el caso más conocido es el de Braudel y su espléndido trabajo
acerca de El Mediterráneo
en que lleva a cabo un dibujo finamente acabado sobre una macrorregión.
Luego
entonces, se nos presenta como una obligación adaptarnos a estos cambios que va
teniendo el mundo en este intento por llegar a establecer una sola región
universal
propiamente llamada, en donde sin importar el lugar se encuentren suficientes
elementos que lo hagan sentir a uno como en su propia tierra, los estudios de
historia regional necesariamente deben de tener en cuenta estas transformaciones
más allá de si se quieren seguir o no. Como se ha visto, no ponemos el énfasis
en los intereses de índole económica que pueden tener los Estados para
suscribir acuerdos de cooperación, lo que traemos a cuenta es la necesidad de
observar los cambios que el mundo está experimentando y cómo dichos cambios
repercuten en la elaboración de investigaciones cuyo propósito es mostrar las
conexiones regionales. De aquí que, a futuro, los estudios regionales tendrán
que partir de divisiones nuevas, es decir, hablaremos de microrregiones como
aquellos espacios locales que tiene su asiento en una superficie de cierta
proximidad, quizá nos referiremos a aquellas cuya base geográfica no supere las
fronteras de una nación o incluso sólo un par de estados o provincias.
Las
macrorregiones estarán integradas por dos o más naciones en cuanto a su marco
territorial, América del Norte, Mercosur, Pacto Andino, Unión Europea, etc.,
ineterrelacionadas, en su mayoría, por el factor económico y el aspecto
comercial, que no el único, pero sí muy importante en estas conexiones.
Las
regiones virtuales estarán definidas por la aplicación de las nuevas
tecnologías de comunicación, el internet como herramienta principal, es decir,
serán aquellos polos de interacción social posibilitados por el uso de los
nuevos medios de comunicación, no sólo ligados al comercio sino a cualquier
otra actividad de la sociedad.
Del taller al internet
En este último apartado obviamos los
intereses de mercado y económicos que están en el trasfondo de este
arrasamiento tecnológico, de suyo el elemento más importante que guía dichos
cambios; por ello, considero que este elemento, el económico, necesita por sí
mismo un tratamiento por separado y a profundidad que habrá que estudiar en los
tiempos venideros para entender todas estas adecuaciones del mundo. En ese
sentido Marcos Kaplan señala que: “El crecimiento y la integración
internacionales se dan sobre todo bajo la forma de enclaves técnico-económicos
y socioculturales que contribuyen a la creación de nuevos polos y ejes
socioeconómicos y a la apertura de brechas internas en la economía, la
sociedad, la cultura y el sistema político”.
Por otra parte, los polos hemisféricos, en
cuanto a comunicación se refiere, se han unido, virtualmente hablando, al grado
de “estar” en otra parte del mundo consiguiendo información o datos de interés,
en cuestión de segundos, debido a la magia del internet. Daniel Bell refiere
que “(el internet) se ha convertido en la manera de unir la imaginación
colectiva”.
Por su parte, Denise Pelissier ha definido el internet como una aldea
electrónica,
dicha definición en sí misma es una propuesta de aldea universal carente de
fronteras geográficas lista para interactuar.
Con esta poderosísima tecnología las
fronteras de las naciones se desdibujan cada vez más transformándose en
fronteras imaginarias o virtuales, los espacios regionales se modifican a
velocidad asombrosa, tanta que en muchos casos ni lo percibimos; al volver los
ojos cada región tiene interconexiones diferentes que por ende dan forma a
nuevas estructuras que habrá que ir considerando y conociendo; dichas
estructuras, integran regiones de carácter eminentemente virtual, es decir, con
capacidad de crear una entidad regional perfectamente reconocible en donde se
pueden observar las interconexiones que se dan con las nuevas tecnologías.
Tenemos por ejemplo que para realizar un pedido de autos a cualquier empresa
que se dedique a su venta, no es necesario acudir al lugar donde se encuentra
la planta armadora. No obstante, interactuamos con las personas que los
fabrican por el uso mismo del artículo en cuestión, la calidad, etc. De igual
forma, vía internet, se puede visitar el “Museo del Prado” y bañarnos en las
profundidades de su inmensa inspiración cultural sin necesidad de estar de
manera corporal en España.
Por lo anterior, la historia regional, vista
con los nuevos parámetros de la configuración multinacional, que se ocupe de
encontrar los elementos que dan coherencia o aglutinan a una región virtual
formada por las nuevas tecnologías, deberá tener presente los cambios en lo
social, en lo cultural, en lo intelectual, en lo político, en lo económico,
etc., observando todos los movimientos que la misma sociedad le muestre y
relacionados con los usos de las nuevas tecnologías.
Luego entonces, el internet le presenta al
historiador serios problemas de índole teórica, es decir, habrá que ir
asumiendo las nuevas características que el nuevo orden mundial nos plantea,
así como la manera en que de ahora en adelante se relacionarán las personas
que, como consecuencia, trae nuevos parámetros para la investigación con
planteamientos nuevos a preguntas igualmente nuevas.
De ningún modo se piensa que nuestro oficio
pasará a verse como un oficio de segunda ni mucho menos, lo cierto es que con
mayor frecuencia los archivos históricos son ahora archivos electrónicos
-guardados en mini disquettes- al alcance de quienes tengan la posibilidad de
contar con las herramientas tecnológicas necesarias, que, incluso, cada vez son
más estas posibilidades, el acceso al mercado de las computadoras otorga día a
día mayores facilidades para la adquisición de un equipo de cómputo cargado con
todos los adelantos en la materia, o bien, casi todas las escuelas superiores
les brindan a sus alumnos la posibilidad de acercarse al internet y la
posibilidad de contar con una dirección electrónica, esto sin mencionar que ya
se cuenta, en la práctica, con estudios de posgrado de los llamados “a
distancia”, qué sin que el alumno tenga que pisar, necesariamente, el campo
universitario puede obtener un grado académico superior, y no me refiero en
esta modalidad de estudios solamente a universidades particulares, sino también
señalo el caso de instituciones públicas como el Instituto Politécnico Nacional
(IPN) y la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) que ya cuentan con tales
esquemas de enseñanza.
En esta parte haremos un breve recuento de
los equipos informáticos que el INEGI reporta para México.
|
1993
|
1994
|
1995
|
1996
|
Línea telefónica por cada 100 habitantes.
|
7
|
9
|
11
|
13
|
Infraestructura eléctrica (por millones de hogares)
|
90%
|
91%
|
92%
|
93%
|
Computadoras personales por cada 100 habitantes
|
|
3
|
|
|
Hogares con computadora personal.
|
|
3%
|
|
|
Fuente: Página web del INEGI www.inegi.gob.mx
(informática/estadísticas).
Desgraciadamente no contamos con datos
oficiales más actualizados que los presentados, pero sabemos que la tendencia
ha ido en aumento en forma considerable.
Los cambios que estamos viviendo nos traen a
cuenta nuevas posibilidades de estudio, las transformaciones surgidas con la
“revolución informática” en los últimos treinta años son asombrosas; además,
estas tendencias de crecimiento tecnológico parecen irreversibles. Sin lugar a
dudas, el hombre de mediados de siglo que tuviese veinte años en aquella época
lejos estaba de imaginar siquiera lo que sus ojos verían más tarde, hoy somos
capaces de creer lo que se nos plantee como invento o adelanto científico sin
que tengamos un asomo de duda, lo que también es una realidad es que nuestra
capacidad de asombre ha ido perdiendo terreno debido a la velocidad con que nos
enteramos de los adelantos de la ciencia.
Adaptarnos a la velocidad de estos procesos
es el reto que tenemos frente a nosotros en este fin de milenio.
Esta adaptación tiene sentido al concluir que el trabajo del historiador es
necesario aún en esta sociedad tecnologizada, en donde cada vez, en menor
medida, se preocupa por el registro documental, dando prioridad a la
visualización de la imagen, inmersos en lo que han dado en llamar la “cultura
de la imagen”. De aquí que habrá regiones que tendrán ese sentido virtual, es
decir, las buscaremos al ubicar algunas interconexiones de comunicación que
traigan a cuenta el sentido histórico de los cambios que la sociedad va
enfrentando.
El historiador de los años venideros tendrá
que acercarse a la fuente hemerográfica, como abrevadero, cuando decida
plantear la historia de mundos pasados, haciendo las consideraciones que cada
fuente requiera, conociendo para ello sus orígenes, motivaciones, la currícula
de sus articulistas, la importancia que representó en su tiempo y ante su
sociedad dicha publicación; de igual forma, la historia oral tendrá auge en la
reconstrucción del pasado próximo ya sea utilizada en el nivel de lo que a
futuro será lo microrregional -ello si se acepta la concepción de las macrorregiones
aquí señaladas-, como también para la elaboración de biografías de cercanos
personajes, cercanos en el tiempo claro. Horacio Guadarrama
ha señalado que la historia oral permite conocer el punto de vista de los
involucrados en el desarrollo de la historia, la vida cotidiana de los mismos,
sus valores, aspiraciones, etc.
Asimismo, la historia comparada
nos permitirá acercarnos a lo que sucede en diferentes polos geográficos, pero
que guardan un punto de encuentro en algunas de sus manifestaciones de vida,
dando con ello paso a una región fuertemente interrelacionada que será
reconocible como una verdadera entidad histórica.
Sin
duda, para la elaboración de estas investigaciones las visitas a los archivos
seguirán siendo frecuentes, sobre todo a los archivos diplomáticos, allí
encontraremos las huellas que nos acercarán a la comprensión y construcción de
las regiones en que ahora se integran e integrarán nuestros terruños que
imperceptiblemente también se han modificado en este gran concierto
multinacional.
Con responsabilidad habremos de asumir la
tarea que nos corresponde al dar respuesta a las interrogantes de esta nueva
fisonomía del mundo y sus cada vez menos precisas divisiones en lo económico,
lo político o lo cultural, en todo aquello que da cuerpo y sentido a una región
histórica, adoptando, para ello, la postura del humanista crítico comentada por
Mónica Prieto, en la que el científico “entienda y se adapte a la velocidad del
proceso de los cambios”.
La tecnología actual y del futuro, como hemos
visto, transforma el devenir cotidiano de los hombres, seres históricos que
poco a poco tratan de adaptar sus usos y costumbres dentro de estos marcos de
referencia; no obstante, seguiremos afanosamente nuestra tarea, sin olvidar,
desde luego, que nuestro centro rector, que el ingrediente indispensable para
nuestras regiones históricas sigue siendo la sustancia humana, que el hombre
con toda su complejidad y lo que a él corresponde, es lo único que nos sigue
interesando presentar, que su huella es la que seguimos los historiadores, que
la finalidad de la región histórica es traer a cuenta el paso de los hombres
que hicieron posible nuestro presente, observando a este ser histórico desde
sus propios quehaceres que inicia con el despunte del alba y no abandona sino
hasta escuchar el canto nocturno de la cigarra.
Ciudad de México, diciembre de 1999.
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Yáñez Bernal, Mauricio. “Introducción”, en El insurgente
José Francisco Osorno y la Revolución de Independencia en los Llanos de Apan
1810-1821. Un estudio regional.
México. Tesis de licenciatura. ENAH. 1999. Pág. 3-31.
En ocasiones anteriores he planteado la
idea de región histórica como “la expresión de procesos sociales (humanos)
conceptualizados en el tiempo con una base geográfica” en Yañez Bernal,
Mauricio. El insurgente José Francisco Osorno y la Revolución de
Independencia en los Llanos de Apan 1810-1821. Un estudio regional.